Justicia y Paz Los Teques
Dentro de la polarización política que vive
el país, es lamentable observar como la
garantía y la vigencia efectiva de los
derechos humanos y de manera especial el derecho a la vida y a la integridad
personal son los más vulnerados; depende del grupo político y la militancia a
la que se señale su pertenencia son ciudadanos sujeto de derecho u objeto de
derecho, además los que los responsables
del gobierno exigen todo el peso de la ley cuando se trata de uno de su lado. Y
los demás no tienen derecho a la justicia.
Los muertos siempre han sido en nuestra
cultura venezolana una pena que une a todos y todas, se superan las
diferencias, los rencores, las heridas para estar al lado de quien sufre; pero
ahora resulta que cada lado de esta polarización llora a sus muertos
y los otros parece no importarle.
Antes esta realidad la preocupación el
Estado debe ser garantizar el derecho a la vida de todos los ciudadanos, y no
solo agrandar el nombre al Ministerios del Poder Popular la Para Las Relaciones
Interiores, Justicia y Paz. Mientras la impunidad y el número de muertes
aumentan de manera desproporcionada, unido a ello la solución ha sido enviar
las Fuerzas Armadas a la calle. Aspecto, que causa especial preocupación a la
CIDH en relación con la seguridad ciudadana en Venezuela es la participación de
las Fuerzas Armadas en actividades que deben corresponder exclusivamente a los
cuerpos policiales.
Las personas asesinadas, torturas,
detenidas arbitrariamente durante los hechos del 15 al 16 de abril de 2013, claman
justicia, una justicia que supera la limitación de la polarización y donde
Themis la diosa de la justicia sea
verdaderamente ciega, para no ver a
quien le imparte justicia, como sinónimo de equidad, con la espada en la mano
derecha para imponer el castigo a quien resulte culpable y la balanza en su
mano izquierda significando el equilibrio y la justeza de la decisión que toma
el juez o la jueza y las fieras que le acompañan denoten que la justicia debe
estar acompañada de la fuerza
Lo cierto es que mientras la verdad no
salga a la luz, no se conocerá nunca realmente lo acorrido y quiénes son los
responsables. Muchas de las sentencias
que se dan son legales pero con una carga de injusticia tremenda, ya que si la acusación es cierta, el acusado
no estaría respondiendo por los hechos que ha cometido y si es falsa la
acusación se estaría condenando al inocente.
Al mirar el contexto de violencia y el
aumento de los índices de muertes, es necesario
reflexionar y diseñar propuestas que ayuden a disminuir la violencia
cotidiana en nuestras comunidades o lo que es llamado hoy día, el grave
problema de la inseguridad que viven todos los ciudadanos y comunidades
humanas. Es de suma importancia incidir
social y políticamente en las instancias gubernamentales para la solución de
este flagelo, y crear una cultura de Paz y justicia ante la situación de
peligro cotidiano y de inseguridad que vivimos. Inseguridad que favorece las condiciones de inequidad y
violación de los derechos, especialmente el derecho a la vida para "Que la
vida no se convierta en un campo de batalla y de inseguridad".
Este campo de batalla de la inseguridad es
dado por la violencia, producto de tantas injusticias que ha sufrido y sufre
aún nuestro pueblo, especialmente los más pobres y el deterioro del sentido
ético, personal e institucional, la corrupción, la impunidad, la pérdida de la
sensibilidad ante lo humano y la carencia de solidaridad cuyo origen está en el
egoísmo y en la manipulación. Todo esto implica que a medida que pasa el tiempo,
se hace presente con mayor fuerza en nuestro país, una anticultura de la
muerte, que hace perder la capacidad de admirarnos y, por tanto, son muy pocas
las expresiones de reclamo a quienes tienen en sus manos la responsabilidad de
promover un clima de seguridad y, por ende, de dar protección a la familia
humana.
El recordado Papa Juan Pablo II expresaba
"que la violencia es un mal, que la violencia es inaceptable como solución
de los problemas, que la violencia es indigna del hombre. La violencia es una mentira,
porque va contra la verdad de nuestra fe, la verdad de nuestra humanidad. La
violencia destruye lo que pretende defender: la dignidad, la vida, la libertad
del ser humano"
Ciertamente la violencia es una mentira
cuando hay falsificación del hecho social por la que los valores compartidos
pasan a ser intereses travestidos. Hoy día muchas de nuestras palabras
axiológicas (patria, libertad, derecho, religión, ciudadanía, pueblo…) se les
reviste de un contenido que cubre intereses no tan bellos y antifraternos. La mentira de situaciones que hacen necesario
el mal para subsistir, como la carrera armamentista para preservar la paz. La
mentira de la prosperidad sin un trabajo digno y sin seguridad social y
jurídica.
Ojala que aprobación de la ley para el control
de armas, municiones y desarme ayude
realmente a reducir los causantes de la violencia en nuestro país y el Estado
cumpla con la garantía de los derechos humanos de todos y todas, garantizando
la seguridad y la vida.
Que el anhelo de paz que tiene el pueblo
venezolano se explicite en un compromiso por el respeto a la dignidad humana, a
la vida y a la convivencia pacífica.
Pues “la ausencia de paz nos
priva de las condiciones indispensables para vivir en una auténtica y verdadera
sociedad, ya que se irrespeta la dignidad de la persona
humana. La gran tarea que se nos impone en este momento crítico de nuestra
historia es la responsabilidad que tenemos de construir una sociedad en paz,
fundada en la cooperación, el entendimiento, la solidaridad, la tolerancia y el
diálogo por el bienestar de nuestra nación. La convivencia entre los seres
humanos es de orden moral. Se apoya sobre la verdad, debe realizarse según la
justicia, exige ser vivificada y completada por la solidaridad y, finalmente,
encuentra en la libertad un equilibrio socio-político cada día más razonable y
más humano. Estos son los principios éticos fundamentales de toda paz".
(Exhortación Pastoral,
"Bienaventurados los que trabajan por la paz" (Mt 5,9)
Caracas, 11 de julio de 2003).
Desde la Oficina de Justicia y Paz de
Cáritas Los Teques invitamos a la
comunidad venezolana con sus instituciones, un mayor compromiso en la
construcción de la cultura de paz y reconciliación, promoviendo en todos y todas una "conversión" en su
conducta, particularmente en la manera cómo se ha instaurado el resolver los
problemas que terminan siempre en conflictos y son generadores de violencia;
pero también exigir el diseño de políticas públicas que favorezcan en el pueblo
una vida segura y digna, evitando muertes, donde cada día se derrote la
impunidad que nos agobia en esta hora.
caritaslosteques@gmail.com
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